EL NIÑO INQUIETO
La semana estaba obtusamente decidida a hablar sobre Trastorno por déficit de atención e hiperactividad, pues ya estoy cansada de ver tanto déficit de atención pululando por todos lados, parece que “regalan” los concerta y los pobres niños están empastillados sin rechistar.
Realizar un diagnóstico diferencial entre sintomatología hiperkinética y un niño hiperkinético es fundamental. En consulta he visto varios niños diagnosticados de “déficit de atención e hiperactividad” cuando en realidad estaban “muy ansiosos” o el exceso de actividad motora les tenía suficientemente ocupados para no pensar en lo que más le dolía. Trabajando con ellos los temas más traumáticos que tenían ocultos con los sentimientos que estaban totalmente negados, poder expresarlos y darles una salida emocional adecuada, tuvo sus efectos, la tal “hiperactividad” fue remitiendo.
A mí me parece que cuando los niños y los adultos con temas traumáticos, evitan hablar de ello o hablan todo el tiempo de ello, es por algún motivo, o bien evitar el sufrimiento psíquico o “vomitar lo que les ocurrió” lo que significa que tampoco hubo un trabajo de elaboración psíquica.
Otras veces me he encontrado con una hiperactividad declarada pero estaba enmascarando una depresión. Los niños son así, a veces se sienten tristes pero en vez de mostrar su tristeza se vuelven irritables.
Otras veces el síntoma de hiperactividad está vinculado a lo intersubjetivo, a la relación con “la otra persona”, no será infrecuente entonces observar cómo un niño pequeño se vuelve “hiperactivo” como forma de “sacar” a mamá de una depresión, aunque parezca literatura esto pasa en el mundo real y los profesionales nos encontramos con estos casos cuando buscamos más allá del síntoma, si sólo nos quedamos con “la hiperactividad” le recetamos una pastillita y nos desentendemos del tema emocional que muchas veces es lo que más nos angustia a los padres.
Todo esto me lleva a una pregunta y es la siguiente: “hasta qué punto el trastorno por déficit de atención e hiperactividad” cumple la función de “desculpabilizar” a los padres. Sí, es decir, ¿cuántos padres se sienten tan angustiados por “haber hecho las cosas mal” que prefieren un diagnóstico que coloque toda la carga en el niño?
También nos podemos encontrar con lo contrario, padres que quieran atribuir una causa emocional a un “trastorno hiperactivo” porque de esta forma sienten que pueden hacer algo para revertirlo, si la psicóloga trabaja con él lo podrá resolver y desagraciadamente no siempre es así. Se les puede ayudar y mucho, pero sería aceptando esa característica del niño/a.
La inatención y la impulsividad son muy característicos en estos niños que muchas veces son juzgados severamente por los adultos: “se concentra cuando quiere o cuándo algo le gusta”, que el niño sea capaz de dar el “Do de pecho” en un momento determinado, no quiere decir que lo pueda realizar siempre. Los maestros les tildan de “vagos”. No hay peor condena y crueldad que ofrecer una “identidad negativa” a un niño que está configurando la propia.
Para ellos permanecer concentrados en la clase es un esfuerzo descomunal, suelen terminar agotados después de todo el esfuerzo para permanecer atentos. En general se distraen con cualquier estímulo externo. El niño hiperactivo no pasa inadvertido porque resulta muy molesto, en el cole, en casa, etc. siempre alrededor de él hay mucho bullicio.
También hay diversas patologías que presentan dentro de su cuadro déficit de atención, pero son patologías más graves y el trastorno estaría englobado en ella, me estoy refiriendo por ejemplo a la esquizofrenia, al trastorno generalizado del desarrollo, etc.
En todo caso lo que me parece que debemos realizar es un diagnóstico bien concienzudo y no tener empacho en dedicarle más tiempo si hace falta, el niño lo merece.
Adriana Tribiño Martínez - Psicoterapia y Peritajes
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