LAS ADICCIONES Y EL CONSUMO
Las personas que tienen más facilidad para engancharse tanto a las drogas, como a la ludopatía (juego compulsivo), como a las relaciones adictivas, y la adicción al trabajo, presentan generalmente una vulnerabilidad previa en la personalidad que les hace caer con mucha más facilidad en las cualquier tipo de adicciones.
Es posible que en algunos casos hubiesen sufrido trauma a temprana edad y eso les haya dejado una fragilidad, o que otras veces por estar sobreprotegidos, no han desarrollado suficientes mecanismos psíquicos como aguantar la frustración, intentar lo mismo varias veces de forma distinta, demorar el deseo a corto plazo para dirigirlo a objetivos más gratificantes, planificarse, graduar el esfuerzo, buscar la permanencia en los objetivos, todas ellas funciones del Yo, que no siempre se han desarrollado. La capacidad de estar solo, como la capacidad para calmarse, separase de la persona significativa en nuestra vida, así como la capacidad de simbolización y elaboración psíquica que tiene la persona son también claves para protegernos de las adicciones. A primera vista no se advierte, ya que aparentemente todos tenemos dos ojos, una nariz, una boca, etc. y tendemos a atribuirle capacidades psíquicas que no necesariamente tiene. Por ejemplo, hay personas que funcionan bien en un puesto de trabajo con una estructura muy firme, son capaces de levantarse todos los días a la misma hora, acudir y rendir en su trabajo, etc. pero cuando se quieren dedicar a una actividad que no tiene estructura y que son ellos mismos los que tienen que poner estructura, no pueden mantenerla ya que se encuentran perdidos.
Algo parecido pasa con las personas que caen en adicciones sean por sustancias, también puede ser comida, por relaciones, etc . Normalmente se encuentra lo que denominamos patología dual, quiere decir que por un lado nos encontramos con el consumo y por otro lado nos encontramos con trastornos de personalidad, límite, depresivo, ansioso, etc… Por eso es importante intervenir desde distintos puntos.
Uno de los fuertes escollos que nos encontraros es el reconocimiento de la propia persona de que tiene un problema y que necesita ayuda. Casi siempre se sienten en control, piensan que los demás están exagerando y rehuyen recibir ayuda. El mayor nivel de autoengaño lo he visto en las adicciones. Muchas veces llegan a destruir todo su entorno, deterioro en el ámbito de relaciones personales, sociales y por supuesto laborales. Está claro que con las dificultades laborales el tema de las adicciones empeora, sobre todo en hombres que sienten su ego tocado en su autovalía. Pero la dificultad de tramitar la frustración a nivel piscológico, realizar duelos de ciertos ideales trazados, para poder reconducir sobre nuevos ideales mucho más realistas aunque menos grandiosos, es lo que les hace caer en las adicciones. No es lo mismo el consumo de un adolescente con un proyecto de vida bien armado que el de uno que está perdido y que está utilizando la sustancia para evitar esa realidad dolorosa en vez de intentar modificarla.
Por personalidad adictiva entendemos aquél tipo de personalidad donde se aumenta la vulnerabilidad a padecer una adicción. Es aquella que siempre lleva las cosas a un límite, se obsesiona o es incapaz de dejar de hacer algo. Yo prefiero hablar de adicciones y no de personalidades adictivas, aunque entiendo que hay algunas personalidades con una vulnerabilidad hacia la adicción. Frecuentemente el problema es que quien sufre este tipo de rasgos de personalidad se niega a verlo y por lo tanto a corregir su conducta. Lo que acaba ocurriendo es que la conducta de estas personas termina por convertirse en algo destructivo, tanto para ella misma como para los demás, pues pierden de vista los límites y las señales que indican que se deben parar.
La voluntad es un concepto clave, que muchas personas no han adquirido. Hay mucha gente que se justifican diciendo que no tienen voluntad, pero uno no nace con un gen que de cuenta de la voluntad. Esta se va desarrollando todos los días, si la ponemos en práctica. Aprender a decir que “NO” es parte del proceso, pero si esa persona no tiene voluntad y encima tiene un trastorno depresivo latente y ha aprendido a quitarse ese sentimiento de tristeza a través del consumo de una sustancia, ya tenemos la adicción asegurada. Lo mismo si una persona calma su ansiedad no con sus propios recursos sino con la presencia de otra persona, pues tendremos una relación adictiva. Esa persona necesitará controlar exactamente a la persona porque no puede soportar el vacío que puede sentir con la soledad, o bien porque no ha sido capaz de construir internamente una relación suficientemente buena en sus primeras vinculaciones o bien porque puede tener una falla en su procesamiento, lo que no le permite terminar de “individualizarse adecuadamente”, también pueden deberse a otros motivos.
Las personas que tienen más facilidad para caer en adicciones suelen presentar los siguientes rasgos de personalidad:
Dificultad para controlar las conductas impulsivas.
Aunque la impulsividad es un rasgo que viene dado por la genética, la modulación de ella viene dada por la relación que se ha establecido con la persona significativa. Parece estar vinculado con la capacidad del adulto a responder adecuadamente a las necesidades del infante. Con esto me refiero, a la importancia del adulto de interpretar adecuadamente las necesidades del niño. Responder de la misma forma frente a un llanto, como si todos los llantos fuesen iguales es una aberración a nivel psicológico. Por eso libros como “duérmete niño” que a piñón fijo establecen unas pautas para dejar llorar al niño gradualmente hasta que se acostumbre funcionará algunas veces, pero no todas y otras será a costa de no aprender ciertas funciones como calmar la ansiedad, aprendidas desde el vínculo con el cuidador principal. Las conductas desde la sobre protección también son dañinas, en el sentido que no le permiten desarrollar al niño sus propias capacidades. En la actualidad se observa poca tolerancia al aburrimiento por parte de los niños, con un horario repleto de actividades que muchas veces no le permiten aprender a salir de eses estado. La búsqueda por sensaciones extremas muchas veces está relacionado a salir de estados de aburrimiento y monotonía.
Dificultad en tener un proyecto de vida significativo
Cuando surge el impulso por consumir, la persona lo hace, dejando de lado lo que estuviera haciendo antes. Es la búsqueda con avidez de la gratificación inmediata, al no planificar ni moderar su conducta esta sigue un camino errático que no se guía por objetivos ni metas vitales. La persona se deja llevar por el momento y el impulso inmediato. Estas personas suelen poseer un rasgo denominado “búsqueda de sensaciones”, se aburren fácilmente y constantemente buscan algo mejor y novedoso que les quite de la sensación de hastío. Son personas enfocadas en metas a corto plazo.
La ansiedad y el estrés son constantes en su vida
El evitar sistemáticamente o procastinar actividades que requieran esfuerzo, les libera momentáneamente de esa tarea, pero a largo plazo les genera una angustia horrible porque saben que cada vez que siguen perfeccionando esta conducta evitativa, les conduce a que la bola se vaya haciendo más grande. Esto unido al nivel de autoengaño que presentan, se sumen en un estado de angustia casi permanente, lo que les lleva de nuevo a consumir para bajar el nivel de ansiedad. La vida caótica muchas veces es consecuencia de todo esto.
Dificultad para reconocer y trabajar sus emociones. Soledad y aislamiento social:
La impulsividad y la falta de constancia les lleva a cambiar de entornos y crear relaciones poco significativas, ligeras y puntuales. Tampoco suelen aceptar lo convencional, lo que muchas veces les lleva a estar más aislados. Los rasgos impulsivos y la avidez que los demás perciben son características que producen rechazo y que la propia persona al sentir este rechazo se termine aislando. Muchas veces, no tienen amigos, tienen compinches, con los que comparten o no cuestionan su adicción.
Vergüenza, culpa, baja autoestima y estigma:
El deseo impulsivo es excitante y es una emoción positiva, hay un primer movimiento de arranque de motivación al consumo. Esa emoción se desvanece rápidamente y aparecen: la vergüenza, la culpa, el arrepentimiento, la tristeza o el malestar. Depende del nivel de consumo , la sustancia y las condiciones puede ser una actividad que esté valorada en ciertos entornos o estigmatizada. Frecuentemente el consumo, cuando se convierte en adicción y pierde su punto recreativo se convierte en una actividad estigmatizada, lo que revierte negativamente en la identidad de la persona, que pasa muchas veces a ser visto por sus familiares y amigos como un drogadicto, en vez de poder ver a una persona con un problema de adicción. Además las personas con adicciones con frecuencia tienden a sustituir una actividad adictiva por otra, si son capaces de dejar un mal hábito frecuentemente es sustituyéndolo por otro. Muchas veces los sentimientos de inseguridad y temor a volver a fracasar en el intento de dejar la sustancia, les dificulta el proceso.
Qué hacer frente a una adicción:
El primer caballo de batalla es intentar desde la calidez y preocupación por la persona, hacerle ver que tiene un problema y que busque ayuda.
Las personas a su alrededor también deben recibir ayuda, ya que terminar soportando una situación muy difícil de sostener, y es muy frecuente que aparte de tener mucha agresividad con el que consume, terminen padeciendo una depresión.
Cuando la persona haya intentado varias veces dejar la sustancia sin éxito es indicador de que no está siendo suficiente y debe buscar ayuda profesional.
Muchas veces el ingreso de las personas es necesario durante ciertos períodos, pero lo que siempre deben realizar es un proceso analítico posteriormente para poder analizar en profundidad la funcionalidad que está cumpliendo ese consumo.
Una recaída no se debe tomar como un fracaso, es parte de un proceso muy complejo.
Establecer los límites adecuadamente en la educación de los más pequeños es crucial para la prevención de sustancias.