Un tema que genera algo de confusión, ¿pero….de qué se trata cuando hablamos de un duelo no realizado a mal realizado? Y….¿cómo se diferencia de una depresión o de una melancolía?
Por duelo entendemos un proceso que oscila entre rabia, enfado, dolor y tristeza en el que el individuo va procesando psíquica y afectivamente la pérdida de un ser querido, o su equivalente: un trabajo anhelado, una posición social deseada, estados de salud, físicos o mentales, etc. en todo caso siempre implica una pérdida y en un primer momento una “pelea” con la realidad.
Centrarme en la pérdida de una persona, facilitará mi exposición. En un primer momento, tras el embotamiento afectivo (anestesia emocional) en la lucha de negar la realidad y empezar a aceptarla, nos encontramos con la búsqueda de reencuentro con la persona perdida.
No cabe ninguna duda sobre la particularidad de cada duelo, no hay dos duelos iguales, la importancia de ese vínculo, lo que significaba para la persona, la función que esa persona cumplía, el medio y la red social con la que el individuo cuenta entre otros factores, son de suma importancia.
Cuando una persona está en proceso de duelo, no se encuentra totalmente abatida en la cama, esto sería ya un caso extremo. Frecuentemente nos encontramos con personas que hacen su vida pero de una forma mecánica, no encuentran placer en lo que hacen y están como ausentes, anestesiadas, ni sienten ni padecen, se encuentran con un bajo nivel de energía, han perdido la ilusión por actividades que anteriormente les daba placer. Esta sería la primera etapa del duelo, cierto embotamiento afectivo que si no se alarga, es que está siguiendo su trayectoria de duelo normal. Un punto diferenciador con la melancolía, es que en el duelo normal, el individuo no se siente menos valioso, no toca su autoestima ni su autovalía, sencillamente el mundo ha perdido interés.
Sin embargo, en la melancolía encontramos una pérdida importante de valía de su propio yo, quiere decir que el melancólico carece de una estimación propia y no tarda en comunicar y hacerle saber a todo el mundo de ello. En general las personas no vamos comunicando a cuatro vientos nuestros defectos, pues el melancólico lo hace, nadie dudaría lo inusual de su conducta. También va acompañada de insomnio, rechazo a alimentarse, sojuzgamiento y empequeñecimiento de su propio yo.
Otra característica del melancólico es que en la relación significativa que perdió, esta le daba una serie de aportaciones que él mismo desconoce, por ser inconscientes. Al ser inconsciente no puede tramitarlo psíquicamente, no sabe lo que tiene que pensar y procesar. Lleno de reproches se atormenta a sí mismo. La persona sufrió en la relación significativa un engaño, o una decepción, y como consecuencia, la líbido (energía) no se libera, queda retraída al propio yo, esto es lo patológico del proceso. En un duelo normal, se consigue liberar la líbido y esta vuelve a circular, la persona vuelve a sentir entusiasmo por la vida, vuelve a sentir ilusión por proyectos, relaciones, etc
En los duelos normales, la persona oscilan entre la negación de la pérdida y el afrontamiento de la realidad, hasta que finalmente asume la realidad y puede ir quitando su energía libidinal de ahí para desplazarla a otro sitio, proyecto o persona. No hay duda que el ambiente que rodea al individuo en estos momentos facilitan la labor de duelo o la dificultan. La persona se debate internamente entre la aceptación de la pérdida y la necesidad imperiosa (no siempre consciente) de búsqueda y conexión afectiva con la persona perdida. No se trata de un acto masoquista, no hay disfrute en el sufrimiento, hay un anhelo de reencuentro, el recuerdo y las vivencias con esa persona le traen un poquito a la vida. El desengaño, la rabia, el odio, la angustia, el llanto, el dolor, la tristeza profunda, el desamparo, emergen del reconocimiento de la imposibilidad de reunión con la persona querida. En este sentido el cementerio, la costumbre de enterrar a los muertos, permite a la mente este juego; uno sabe que la persona no está más, pero la busca como si estuviese, porque ahí fue lo último que dejó de esa persona.
Sólo después de haber fracasado una y otra vez en esa búsqueda anhelada, por la necesidad de reencuentro, el individuo acepta la cruda realidad al cual ha sido expuesto. El anhelo de reencuentro con esa persona ausente se va atenuando, el dolor no es tan intenso y podemos aceptar la realidad de la pérdida y aprendemos a vivir con esa ausencia. En este momento, los recuerdos no duelen tanto y acompañan.
También sabemos que en los duelos normales, una parte nuestra permanece inconsolable, y aunque encontremos otra relación que sustituya la anterior, sabemos que jamás la sustituirá del todo, no importa que el vacío se llene, hay algo de la unicidad (ser único para el otro) que seguirá ahí y que está bien que así sea. La singularidad del otro es insustituible. En las personas más sanas, uno añora no tanto la función que la persona cumplía, sino la singularidad, que fuese realizada por esa determinada persona.
Debido al fuerte anhelo de reencuentro con esa persona tan querida, muy al principio, dentro del proceso normal de duelo, nos podemos encontrar frente a ciertas pseudoalucinaciones, que bien manejadas no darán mayor problema. La resolución del duelo depende mucho del entorno empático con el que la persona se encuentre. El duelo, cuando se resuelve favorablemente, tiene una repercusión en nuestra mente. Nos lleva a reorganizaciones de la representación mental sobre nosotros mismos, así como de la relación con los demás.
Pero….. ¿qué pasa con esas personas que parece que rápidamente se recuperan de la pérdida de un ser querido y se enganchan con otra persona con la misma intensidad? Es posible que se trate de una persona con rasgos muy narcisistas de personalidad y que haya realizado una sustitución, es decir como “figurita de recambio” mientras sea alguien que le admire le da bastante igual de quién se trate. O, es posible que esté evitando el sufrimiento y quiera taparlo rápidamente con otra relación. O, qué nunca hubiese tenido una relación significativa con lo cual tampoco tuvo que realizar un trabajo de duelo. Como ya he mencionado anteriormente, el duelo exige un trabajo interno, el pasar del tiempo no garantiza que esta tarea se realice y menos aún adecuadamente.
Cuando el duelo no se realiza por motivos de bloqueo emocional (para no pasarlo mal) y uno habla de la persona de forma desvinculada, como si la ausencia no le afectase, no tardarán en aparecer frente a otro acontecimiento que active el duelo: la angustia y la depresión, desvitalización, así como una serie de sintomatología.
La depresión se caracteriza por la falta de vitalidad y de entusiasmo por la vida. Tiene síntomas parecidos al duelo: se pierden las ganas y la vida carece de sentido. Aunque hay muchos tipos de depresión, en todas ellas, se pierde el deseo de vivir, es la muerta psíquica. A diferencia del duelo, el individuo no sabe porque se encuentra así, muchas veces surge de duelos no procesados o fijados en determinadas fases del propio proceso. Se trata de un estado de ánimo caracterizado por falta de interés por la vida en general, hay una retirada de la energía libidinal del mundo, la afección es persistente, suele durar más tiempo que el duelo y los síntomas no se disipan con el tiempo. Aunque no tenga causa aparente para la depresión, siempre hay motivos inconscientes que están incidiendo en el malestar, motivo por el cual será importante recibir ayuda profesional.
Los individuos deprimidos pueden desarrollar todo tipo de estrategias para evitar pasarlo mal. Las adicciones son un buen ejemplo de ello, los cambios de vida compulsivos que no le llevan a mejor destino y la hiperactividad también son frecuentes.
Otro tipo de conducta típica de personas que sufren una depresión larvada es el “underachievement”, rendimiento muy por debajo de sus capacidades. Realizan el trabajo sin empuje, sin brillo, sin entusiasmo, y como consecuencia, el resultado termina siendo gris, falto de interés, lo que les deprime aún más y les deja el amargo sabor del fracaso.Por este motivo, si uno se encuentra un poco deprimido, no es el momento de realizar cambios importantes en la vida. Lo más probable es que las decisiones que tomemos bajo este estado no nos favorezcan mucho.
En el caso del duelo, su resolución no pasa por no tener recuerdos y afectos de la persona perdida, es aprender a vivir con la ausencia, el vínculo de amor con la persona perdida, puede coexistir con nuevos vínculos afectivos. Uno interioriza esa relación, la lleva dentro, se identifica con ciertas características de la persona ausente, se encuentra sin darse cuenta haciendo cosas que la persona solía hacer. Una persona madura afectivamente con un alto grado de confianza en sí misma es capaz de enfrentar situaciones adversas, solucionarlas sin derrumbarse.
Aunque nos parezca mentira, los más pequeños también tienen que realizar duelos, por ejemplo : cuando nace un hermano, el mayor tendrá que realizar un duelo por dejar de ser el único. Está demostrado que los duelos infantiles no resueltos producen vulnerabilidad en la vida adulta, propensión a sufrir ansiedad y depresión. Este es uno de los motivos por el que insistimos en que es muy importante que los niños aprendan a hacer duelos, pues en la vida la capacidad de realizarlos ayuda a recobrar la energía el entusiasmo real por distintos proyectos, relaciones y actividades. Por ejemplo un niño que perdiera a su madre tempranamente y que no hubiese realizado el trabajo de duelo, de mayor frente a una ruptura de pareja puede desencadenar una fuerte depresión. Una pérdida que no fue tramitada emocionalmente y parecía que no afectarle, hace su aparición frente a otra pérdida, la relación actual de pareja.
Si bien parece que las perspectivas de distintas escuelas: Freudiana, Kleiniana y del Apego (Bowlby) discrepan en su forma de concebir el proceso, realizando un exámen más minucioso de lo que plantean, los conceptos no difieren tanto, solo utilizan terminología distinta. La diferencia más importante radica en que Freud hace mucho hincapié en que el duelo es un proceso endógeno, una tarea que exige un trabajo interior, del individuo: quitar la energía libidinal de la persona perdida para poder colocarla en otra. Bowlby, por contraste, otorga más importancia a la respuesta del entorno en la solución favorable del duelo, aunque no niega que esto requiera un trabajo interno también.
TIPS PARA TENER EN CUENTA EN LOS PROCESOS DE DUELOS
1.- Acompaña a la persona que esté viviendo un duelo, no intentes sacarle de ahí ni intentes alegrarle.
2.- No te asustes frente a los sentimientos de tristeza, ni las fantasías que pueda tener la persona en un proceso de duelo. No se quedará triste para siempre, a menos que se trate de un duelo patológico y se cronifique. Si es así, habrá que acudir a ayuda profesional.
3.- Si observas demasiado enfado, es posible que este sentimiento le esté protegiendo de sentir pena, pero también les viene bien expresar su enfado. Cuando se pierde a una persona muy querida, resulta más fácil enfadarse con alguien que con la vida.
4.- No obturar ningún sentimiento, dejar a la persona libre para que pueda expresar lo que siente con tranquilidad. De más está decir que el muy frecuente: “no llores”, lejos de ayudar lleva a la disociación, quitar la emotividad de los afectos, quedaran fuera de la consciencia, en compartimentos estanco, sin formar parte integrada de su yo. Lo que generará futura patología.
5.- Si la persona no tiene ninguna reacción y la fase de anestesia emocional se extiende es preocupante. Lo más probable es que intentando protegerse del dolor producido por la pérdida, el proceso esté transcurriendo subterráneamente y esté dando la cara en forma de: dolores de cabeza, insomnio u otras afecciones. El bloqueo emocional en estos individuos les lleva a vivir de forma funcional, sin sentimientos hasta que en un momento determinado se rompa el escudo defensivo y aparezca la angustia y la depresión.
6.- Los niños también sufren duelos. A partir de los 5 años los niños ya entienden la diferencia entre una separación temporal y una permanente. Niños que sufren pérdidas importantes, suelen presentar vulnerabilidad psicológica de mayores. Conductas rebeldes, distanciamiento, enuresis, estreñimiento u otras conductas disruptivas son típicas de niños que han sufrido pérdidas importantes y que no han podido realizar la labor de duelo.
7.- Aunque cada persona debe encontrar sus propias palabras para acompañar al otro, en el caso de niños, incluso si presentan una pseudoalucinación después de haber perdido a la figura vincular importante y el niño hace un comentario como: “mamá vino y dijo que nos llevaría al parque”, una contestación del tipo: “Eso no es así, mamá ya no está con nosotros” aunque sea la realidad, esto sería aún más traumático y no ayudaría. Lo empático sería: “ Echamos tanto de menos a mamá, que lo que nos gustaría pensar es que ella sigue con nosotros y que vendrá a buscarnos”.
Para que un duelo se realice adecuadamente debe contar con un ambiente contenedor y suficientemente empático. El duelo no es sólo un trabajo intrapsíquico (de uno con su propia cabeza y sus emociones), el entorno tiene mucho que decir.