LOS MIEDOS EN LOS NIÑOS
LOS MIEDOS EN LOS NIÑOS
Trabajando con niños pequeños, suelo encontrar muchas conductas evitativas que a simple vista no llaman la atención, pero reparando un poco en el comportamiento, se ve claramente que esconden un fondo fóbico.
Detrás de estas conductas, se encuentra un niño con la sensación de indefensión, de impotencia, de debilidad, o fragilidad, frente a ciertos hechos. Si bien es cierto que hay miedos que son “evolutivos”, es decir, que responden al psiquismo del niño de ese momento y remiten con el tiempo, también lo es, que hay otros que tienen más que ver con un trauma. Otros que son más arcaicos, como los miedos a la oscuridad, o incluso más tardíos, como miedo a la escolaridad.
Para actuar adecuadamente, debemos analizar y ver de dónde provienen. Muchas veces, una fobia al colegio, puede ser consecuencia de conductas desagradables que esté viviendo el niño en el colegio, o puede ser consecuencia de estar en otro entorno distinto al de casa, salir de su “zona de confort”. En este caso, el colegio representaría para el niño: “No-casa”. No en vano, en sus juegos siempre que tocan “casa” se sienten tranquilos, es igual a “lugar seguro”, “estoy a salvo”, “nada malo me puede pasar aquí”.
Lo que sí queda claro, es que cuando hay una fobia, se produce una conducta evitativa. El niño en ese momento tiene una apreciación de la realidad como “peligrosa”.
Aquel que se siente poderoso, visualizará a los demás y a las situaciones como inofensivas. Es la representación que él realice sobre su propia persona como “potente” o cómo “enclenque” frente a un hecho, lo que le dará a él un sentimiento de potencia o impotencia. La persona fóbica está continuamente evaluando la realidad con la que se encuentra, en términos de seguridad/peligrosidad, sin necesariamente ser totalmente consciente de ello. Si le parece “seguro” participa de esa actividad, y si le resulta “peligroso” la evita.
Conductas evitativas están muy determinadas por cómo los padres, han ayudado a codificar ciertos eventos.
Pongamos un ejemplo: un niño va a cruzar la calle, él ya tiene consciencia de que un coche lo puede pillar, los padres pueden:
1.-Señalar que lo puede pillar un coche, y cogerle de la mano con tranquilidad y firmeza.
2.- Entrar en pánico y gritarle: “Eres un inconsciente…cómo se te ocurre…. con descalificaciones, etc”
3.-Angustiarse mucho y descargar su angustia en la persona del niño.
4.-Amenazarle si lo vuelve a hacer, le quitan su videojuego.
5.-Castigarle proporcionadamente o desproporcionadamente.
O varias de estas opciones frente al mismo hecho.
Finalmente, será el tono de voz que utilice el adulto (su respuesta afectiva), el que hará codificar el hecho como algo “peligroso”. Por eso, cuando un niño es pequeño y se cae antes de llorar (si el golpe no ha sido muy fuerte) mira a su madre y, dependiendo de la reacción de ella, se pondrá a llorar o decidirá “hacerse el fuerte”, aguantar el golpe, y seguir adelante.
Los niños copian, sin darse cuenta, el estilo fóbico de sus padres que ejercen como modelos.
Fondos fóbicos tempranos que no han sido “trabajados”, van perfeccionando una conducta de evitación sistemática. Si bien es importante diferenciar entre evitación e inhibición, los dos son producen un empobrecimiento psíquico.
Lo importante es, que podamos determinar de dónde surgen estas fobias: ¿Son por falta de desarrollo cognitivo?, ¿son por desplazamiento?, ¿tienen que ver con su propio deseo destructivo?, ¿surgen como proyecciones del niño?, ¿se defienden de otras angustias aún más severas como aniquilación del yo?
Debemos remarcar que, en los procesos fóbicos, la energía psíquica está básicamente destinada a evitar ciertas situaciones. A medida que se evitan, los miedos crecen. El individuo no percibe malestar, ya que lo que le produce “miedo” está siendo evitado, sólo que, a raíz de ir sistematizando la evitación cada vez que tenga que enfrentarse al malestar, el automatismo será evitarlo, con el consecuente sentimiento de inseguridad sobre sí mismo. Lo que en principio le genera “alivio”, es lo que le dará esa identidad enclenque.
TIPS QUE AYUDAN:
1.- Intentar mantener una actitud de “observador” frente a nuestros hijos. Cuanto más objetivos podamos ser, mejor podremos detectar si sus conductas vienen de, “sencillamente” no tengo ganas, o desde una conducta evitativa. Determinar acertadamente de dónde vienen estas conductas es lo que va a hacer que nuestra respuesta sea la adecuada.
2.- Hablar de los miedos es muy importante. Muchos se asustan cuando hablan de sus miedos, y evitar sólo agrava la situación.
3-Tener en cuenta que en esta sociedad todavía hay un sesgo cultural, y se suele tolerar mejor las conductas evitativas en niñas, que en varones. Intentar no caer en una sobreprotección en las niñas, ni reforzar la evitación.
4.- Fijarnos si cuando estamos “educando”, lo hacemos desde el miedo. Por ejemplo: “Si no dejas de chinchar a tu hermano, me voy”. Si el niño tiene ansiedad de separación, es eficaz, a corto plazo, pues efectivamente, va a dejar de hacerlo. El problema es que se instaura el miedo como patrón educativo, con lo que el niño será obediente pero estará cada vez más atemorizado. Frente a un miedo, hay otro miedo aún mayor: que mamá se vaya.
5.- Fomentar un sentimiento de “potencia saludable”: “tu solito puedes hacerlo”. Es preferible que nos pasemos para el lado de la omnipotencia, ya habrá tiempo de recortarle, o la vida misma se encargará de ello. Ayudar al niño que vaya consiguiendo sus logros, sin que nuestra ayuda se haga notoria.
6.- No hacerle sentir al niño que "casa" es el único sitio seguro. Fomentar que salga fuera, que realice actividades placenteras en otros entornos. Unos padres que fomentan excesivamente las actividades en su casa, le pueden estar mandando el mensaje de que el exterior es peligroso, que uno sólo está a salvo en casa.
7.- Si existe una conducta evitativa, animar, pero no forzar. Sobre todo, recomiendo que se vaya despacio, las técnicas de “inundación” (presentar bruscamente al elemento fóbico) pueden dañar severamente.
8.- Si hay conductas muy fóbicas, hay que pensar si el adulto no se está haciendo demasiado presente ofreciéndose como protector en la vida de ese niño. Esto consolida en el niño la vivencia de que sólo hallará la seguridad de la mano de ese protector, y entonces, en vez de desarrollar sus propios recursos ,lo que hace es estar “pendiente” continuamente de asegurarse la presencia de su protector.