ATAQUES DE PÁNICO
Alicia de 33 años, mujer atractiva con un trabajo estable acude a mi consulta y con cierta sensación de vergüenza me confiesa que tuvo un “ataque de pánico” y que la habían llevado a urgencias y que le habían recetado ansiolíticos por un tubo y que le dijeron que se le iba a pasar.
En mi opinión, ella está asustada y “avergonzada” como si tuviese que esconder el síntoma, pero hay algo que resuena en su cabeza, en que esto de tomar medicina y no averiguar de donde viene tanta angustia no termina de cuadrarle, y que prefiere enterarse por qué le pasa esto.
Los ataques de pánico se acompañan de sensación de muerte o enloquecimiento, se viven como una amenaza a la propia integridad, producen mucho malestar y a veces se mezclan con otros síntomas.
Empezamos a averiguar desde cuando pasan y así realizar la historia clínica, que aparentemente ella afirmaba insistentemente que no guardaba relación alguna con su vida o con sus relaciones más significativas.
La relación con sus padres había sido aparentemente normal. Tal cual como les describía, ella había aprendido muy bien a “tapar lo problemático” minimizándo, haciendo chistes de cosas que no eran graciosas, en fin un sinfín de artimañas en función de “proteger” unas relaciones que no la dejaban crecer, en mi opinión.
Lo que sí pude observar en ella y eso nos permitió ir tirando del hilo, era su sentimiento de “impotencia” cuando de daban puestos de responsabilidad, cuando ella debía ejercer su “función normal administrativa” no tenía ningún problema. Pero en cuanto tenía que responder a cuestiones más complejas, se asustaba mucho y aunque tuviese la capacidad para ello, como entraba en angustia, quedaba una vez más impregnada del sentimiento de impotencia.
El sentimiento de impotencia, desamparo, desvalimento es tan central en el desarrollo de la persona, que a partir de ello se pueden explicar la emergencia de ciertos cuadros de angustia.
Este sentimiento es caldo de cultivo para los sentimientos de orden depresivo: “si yo no puedo….yo no valgo”. En las depresiones narcisistas lo que está en juego es la valía personal. Era lo que le estaba pasando a Alicia, le invadía un sentimiento de “no poder” que era lo que le hizo llegar hasta la crisis de angustia.
Cualquier persona frente a un deseo nos planteamos si seremos capaces de llevarlo a cabo o no. En el caso de Alicia, su deseo no era alcanzable en gran medida porque sentía que no iba a tener acceso a ello y entonces desactivaba mecanismos para conseguirlo, con la consiguiente representación de sí misma como “incapaz, débil, etc” lo que la llevaba a sentirse “poquita cosa frente al mundo” y terminaba empequeñeciéndose, entonces el mundo cogía una dimensiones enormes y saltaba la angustia.
Por eso madres que propician una relación sobreprotectora, como en el caso de Alicia, usurpan funciones del sujeto dejándolo aún más desvalido. Cuando el “objeto protector” no se encuentra presente, entran en pánico, ya que se les hizo sentir de pequeños que sólo su presencia garantizaba la seguridad.
Una madre aterrorizada frente a un padre poderoso amenazante, en ocaciones violento, sin querer ha transmitido este “terror” al hijo. Ya que el niño se maneja más por la reacción y el gesto de la madre que por la situación. “Si mamá está así de asustada esto debe ser terrorífico”. Paralelamente, aunque la madre esté asustada, para el susto del hijo esa madre representa un refugio frente a la figura paterna que se representa como terrorífica.
En Alicia, además se añadía otro elemento, aterrorizada por la figura paterna poderosa, no podía entrar en rivalidad con ella, lo que negaba continuamente. Sin embargo, era la que se “representaba potente”, de esta forma Alicia se convertía en una niña pequeñita, haciéndole sentir al padre que no constituía ningún rival, que ella iba a seguir siendo una “niñita en busca de protección”. De esta forma ella conseguía aplacar sus miedos frente a la figura paterna (perseguidora) a costa de no crecer profesionalmente, no por falta de deseo sin por conflicto en este caso.
Desentrañar bien estos aspectos fundamentales en la constitución de su personalidad le permitió resolver los ataques de pánico y crecer profesionalmente.
Aunque los caminos que lleven a desencadenar angustia a las personas sean por distintos motivos, cada cual debe hacer un recorrido con su historia personal, es fundamental no “hacer oídos sordos” frente a las crisis de pánico, ni querer “ahogarlas” con pastillas ya que si las analizamos un poquito seguramente sabremos de donde vienen, lo que nos ayudará a pensar y elaborar la angustia para que esta remita y no esté contínuamente requiriendo de energía psíquica extra para intentar “apaciguarla”. Mejor opción es “escucharla” y ver con que hechos de nuestra vida están relacionados para resolverla satisfactoriamente.