FEMINISMO BÁSICO EXPLICADO PARA LOS MÁS ESCÉPTICOS/AS
Pensar que el ser humano sólo busca bondad y ser amado es toda una ingenuidad. La historia nos muestra la explotación del ser humano con los demás, la apropiación de sus bienes, la humillación que perpetúa y muchas atrocidades más.
La subordinación de la mujer al hombre se da por sentada, es invisible. Lo que no indica que sea inexistente. De ahí que muchos que no la quieran ver, que la sigan negando.
En las relaciones de dominio lo que reside en el fondo es la identificación de la niña como objeto y el varón como sujeto. Así, vemos en las cunas de los recién nacidos que cuando es varón indican: “Soy un niño”, y, cuando es mujer, indican: “Es una niña”. Al varón se lo reconoce y se le devuelve la mirada como agente activo de su persona y en el caso de la niña se le devuelve una mirada de objeto.
El ideal en la cultura favorece estos patrones, aunque engañosamente digan que defienden la igualdad. Muy cansada estoy de seguir observando como los propios padres se preocupan mucho más por la elección de pareja que realiza su hija que su propia carrera profesional. Lo cual sucede al contrario en el caso del varón, ya que se preocupan más por la elección de carrera profesional.
En la dominación, siempre se dan relaciones de sumisión, no existe reconocimiento mutuo de iguales. El que está sumiso existe en cuanto sirva al dominador. A su vez lucha por ser reconocido por el otro. Es toda una relación tramposa.
El modo más completo de ser reconocido por otra persona es el reconocimiento de que a pesar de sentirlo propio, se lo reconoce como ser independiente, autónomo, diferente con sus propias necesidades y deseos fuera de nuestra persona. Hablamos del sentimiento de sí mismo, lo más primario de una persona. Ser agente propio de nuestros actos es lo que nos constituye como sujetos activos de nosotros mismos. Pero ¿qué pasa en el caso de que no haya posibilidad de desplegar esto?
El infante es un ser social y necesita de la relación con los demás para desarrollarse plenamente. La investigación cada vez admite más la importancia de la dinámica interpersonal sobre el desarrollo psíquico en las personas, pues el nacimiento físico no garantiza el psíquico. El reconocimiento de una otra persona significativa para uno mismo es una condición sine que non para el desarrollo del sí mismo, sentirse reconocido por el otro en tus sentimientos, tus actos, tu existencia, etc…. El infante con sólo dos años ya busca el reconocimiento de su cuidador. Por ejemplo, cuando él/ella coloca una clavija en el puzzle, siente la necesidad de que esa persona le devuelva la constatación de haber sido agente activo en el encaje de la clavija. El niño necesita constatar que lo que él hace produce un efecto sobre la otra persona. Esto proporciona al infante un sentimiento de dominio y control sobre su entorno, poder hacer que las cosas cambien en la dirección deseada.
Entonces, ¿qué pasa cuando una niña no solamente no le devuelven esa constatación de ser agente activa de su vida, sino por el contrario le fomentan y la reconocen como objeto? ¿Qué pasa cuando la niña siente que nada de lo que realiza en ese sentido produce un efecto en su madre o su padre, que ninguno se entusiasma con autenticidad? Abandona su deseo de convertirse en agente activo. Desánimo, desgana, aprende a realizarlo como un mero formalismo, lo hace, pero sin convertirlo en su proyecto vital ya que esto no le devuelve una identidad, menos aún una femenina. No la hace más mujer colocar las clavijas bien en el puzzle, pero a los ojos de los demás, si la hace más mujer alimentar a su bebé. De ahí el jolgorio de los adultos cuando la ven realizando actividades de cuidados. Y esto que tiene toda una apoyatura social, es lo que fomenta sin darnos cuenta, la desigualdad.
Las cosas aún empeoran cuando sostener ser sujeto activo le hace entrar en conflicto con otra persona. Hemos sido entrenadas para ser cuidadoras excelentes, estar atentas al deseo de la otra persona (inicialmente con quién haya tenido una relación vincular significativa, la madre, el padre, su cuidador principal) que después pasarán a ser su pareja u otros seres significativos. No hay ningún gen que te haga mejor cuidadora, ha sido la mirada de disfrute de ese padre o esa madre cuando veía que la niña jugaba cuidando a su bebé lo que nos ha hecho repetir esta experiencia con entusiasmo. Lo tramposo es que nos fomentaran lo que seguía contribuyendo a condiciones de dominio/sumisión, por la desigualdad que estos mismos roles producen, según los códigos sociales de la actualidad.
Curiosamente en consulta he tenido más de una mujer que a pesar de ser profesionales e independientes seguían manteniendo el deseo de su pareja como el principal norte en sus vidas. Ellos tienen deseos mientras ellas parecen tener caprichos. Llegué a entender que muchos caprichos de las mujeres son deseos sin legitimar. El deseo de mantener la sintonía emocional con el otro es lo que termina convirtiendo que la niña aprenda a someterse al deseo del otro. Lo mismo que el niño pequeño deja de tocar el mando de televisión porque sabe que muy a pesar de su curiosidad y deseo de exploración le hace entrar en conflicto con sus padres.
No es un tema en contra de los hombres, pues hay muchas mujeres que tienen un pensamiento muy machista, es el patriarcado en el que se asienta esta forma de pensar. Refuerza el desequilibrio de poderes entre varones y mujeres, en favor de los primeros. Afortunadamente algunos hombres están a favor de que las cosas cambien, para que todos podamos sentirnos mejor.
El sistema patriarcal se ha favorecido de ello, idealizando y reforzando el papel de la mujer en la casa y también como madre. Se han favorecido los miedos en la mujer para salir al mundo externo y se ha penalizado el buscar deseos fuera del ámbito familiar, aunque aparentemente se favoreciese lo contrario. Los estudios no eran estudios para forjarse un porvenir, sino para ser mejor florero, para vestir mejor a cualquier hombre en sociedad. Lo que sigue reforzando roles desiguales, motivo por el cual divorciarse para algunas mujeres es una tragedia aún cuando la relación de pareja sea nefasta, ya que su identidad está dada por la ocupación profesional de su cónyuge. Con el divorcio, ellas pierden el estatus social del que disfrutaban y su identidad valiosa. El brillo profesional de su cónyuge ya no las ilumina, pues ya no disfrutan de ese halo que les proporcionaba la posición de su pareja, con lo que ahora se ven sin ese revestimiento social, en la ruptura esto es lo que muchas veces trae mayor sufrimiento. Esto también es patriarcado.
Es así también como los hijos buscan el amor y reconocimiento de la figura paterna (que es la que está en el mundo externo) porque ésta tiene mayor valía. Cuando la madre también trabaja y está bien posicionada en el terreno laboral las cosas cambian, pues ella también está investida de valor.
Para que las cosas cambien, tenemos que empezar a funcionar de forma distinta. Mirar hacia otro lado, no hará que un problema imperante en la actualidad desparezca. A lo mejor debamos entrenarnos a mirar lo que parece invisible a ojos de algunos pero tangible en las realidades de otros.