LA VERGÜENZA
Una emoción mucho más frecuente de lo que pensamos y sin embargo poco estudiada. Muchas tipos de conducta se esconden detrás de los sentimientos de vergüenza. Por ejemplo: una persona puede esconder ir al psicólogo, frente a los demás ya que para ellos este acto representa ser débiles, que ellos solos no pueden con sus problemas y que necesitan de la ayuda de un profesional. Cuando acudir al psicólogo es vivido como una mancha negra en su curriculum de autosuficiencia va acompañado del sentimiento de vergënza. Este sentimiento produce malestar suficientemente significativo, por eso, cuando pensamos que vamos a sentir esta emoción evitamos la conducta relacionada. Hace poco un niña pequeña de 5 años en consulta confesaba que no podía pedir perdón porque le daba vergüenza. Lo que quería decir al sentir vergüenza, es que para ella pedir perdón es como humillarse, lo que frecuentemente llamamos (bajarse los pantalones) frente al otro. Menos mal, que el adulto responsable de ella, entendía lo que estaba pasando y le ofreció una salida airosa, sin herir su frágil identidad.
La vergüenza pone en relieve dos polos opuestos presentes en todos nosotros en distinto grado: uno el de la independencia, autosuficiencia, exhibición, grandioso, y el otro: sentimiento de sentirse inferior, pequeño, dependiente y deseoso de fusionarse con el otro idealizado (omnipotente). Individuos con un narcisismo no resuelto oscilan entre no tener ningún valor y darle imaginariamente todo el poder a un otro idealizado, o ser ellos los que tienen un self grandioso y como consecuencia devalúan a la otra persona. Individuos con un narcisismo más saneado van a oscilar, sin sentirse omnipotentes a pesar de sus triunfos, pero tampoco sentirse devaluados frente al fracaso.
El sentimiento de vergüenza se producirá cada vez que uno tenga la representación del sí mismo como pequeño e insignificante frente a otra persona. Pensemos en ello: si suspendemos un examen, ¿nos inunda el sentimiento de vergüenza? o, ¿cuando realmente nos viene es cuándo lo vamos a contar, a hacer público, porque frente a los demás quedaremos como un perdedor o fracasado, con una identidad devaluada? Si nadie se entera, ¿sentimos vergüenza?
El sentimiento de vergüenza muchas veces es generado por la tensión que se produce entre esa persona que me parece que estoy siendo en ese momento y esa persona que me gustaría ser (mi ideal), o como quiero que los demás me vean. Cuanto más se aparten los dos, mayor malestar produce. Es muy probable que todo esto corresponda a procesos inconscientes en los individuos. Por ejemplo, una persona puede sentir mucha vergüenza al hablar en público. Es posible que sienta vergüenza si piensa que tiene un público experto (en ese momento idealiza a los demás y como consecuencia él se vuelve insignificante), aún cuando sea un experto en el tema, no se lo cree y puede estar atormentado por la vergüenza. Seguro que podemos pensar en personas que sólo tienen estudios básicos y sin embargo hablan con un aplomo como si tuviesen un conocimiento profundo del tema. Es decir, que no tiene tanto que ver con el conocimiento en sí, sino con el interjuego mental que se da entre el sí mismo y los demás en ese momento. Si en ese momento uno idealiza mucho a su público, necesariamente la representación de sí mismo se vuelve insignificante.
Otras veces, el sentimiento de vergüenza va ligado a que proyectan en los demás sus propios miedos a ser devaluados, por ejemplo: Si nos consideramos un mal comunicador, sin darnos cuenta, nos instalamos mentalmente en la posición de jueces severos de nosotros mismos y esa severidad de: “que mal lo hace” la proyectamos en los demás. ¡Cualquiera se dispone a hablar en estas condiciones! Cuando se han proyectado miradas de descrédito en los demás, esas miradas que en un principio serían expectantes, se vuelven enjuiciatorias, en estas condiciones es casi imposible articular palabra.
La vergüenza, está muy vinculado al narcisismo, cuando lo veamos asomar, estamos cerca de temas que tocan la identidad del individuo, de ahí que sea tan difícil de lidiar con ello. Todos tenemos muy presentes el término de “tierra trágame”, esta frase responde a la sensación de preferir no EXISTIR a pasar por una humillación de tal calibre, es como si en esa fracción de segundos el YO de uno sufriese una devaluación tal, que frente a esa sensación de inferioridad e insignificancia prefiere no existir, aunque a veces se presente bajo cierta altivez. Por eso debemos ser muy cautelosos cuando nos encontramos con esta emoción, en ese momento hay una fragilidad en la identidad.
Una niña le daba mucha vergüenza hablar de los sentimientos de tristeza que se le producían al cerrar el tratamiento, y ese era el motivo por el cual no los podía pronunciar, tenía que ver con sentirse poca cosa admitir que a una parte de ella le iba a costar dejar de acudir a las sesiones. La forma de encararlo fue: “ A mí no me da vergüenza decir que te voy a echar de menos, aunque haya otra parte mía que se alegre de que ya estés bien y no te haga falta venir más”. El constatar que yo sobrevivía a ello le tranquilizaba, pues lo mismo pasaría con ella.
Otras veces nos encontramos frente a fantasías grandiosas de exhibición, de querer ser reconocido como alguien muy importante y al mismo tiempo sentir vergüenza frente a este deseo lo que nos lleva seguramente a negarlo, pero al mismo tiempo a ser un crítico severo cuando hay alguien exhibiendo su grandiosidad. La vergüenza está detrás de muchos otros sentimientos que nos resultan más tolerables de enseñar.
¿Por qué hay gente más vergonzosa que otra?
Podemos afirmar que cuando las necesidades del niño de sentirse especial que no es igual a sentirse UNICO, para los padres, y poder desplegar los sentimientos exhibicionistas , no han sido tolerado por los padres por envidia, aplastamiento u otros motivos estos quedan muy silenciados y muchas veces anulados. Estos personas experimentarán más sentimientos de vergüenza.
Las críticas severas de muchos padres frente a deseos exhibicionistas de sus hijos producen profundas heridas en el sentimiento del sí mismo. Todos necesitamos haber sentido en nuestra más tierna infancia la necesidad de una “madre/padre/cuidador” (idealizada/o y omnipotente) que nos permitiese fusionarnos, para luego ir construyendo nuestra propia identidad valiosa y la necesidad de haber sentido que los ojos del otro brillaban cuando nos miraba.
Las personas nos definimos en relación a los demás y al entorno con la tranquilidad de la confianza básica dada por el cuidador principal. Desde aquí vamos buscando la autonomía y la independencia. Si esto falla, la persona queda atrapada en la incapacidad para obtener el auto respeto lo que la deja presa de sentimientos de vergüenza.
La vergüenza, en edad adulta está muy ligado a decepciones que no hemos cumplido a nivel de metas, proyectos e ideales. Cuando nos observamos frente a lo que no hemos realizado, (en lo que hemos fallado) nos invade el sentimiento de vergüenza, de habernos decepcionado, de sentirnos pequeños, insignificantes, inferiores. Nos enfrentamos con la incapacidad de haber cumplido nuestros ideales.
TIPS PARA SALIR DE AHÍ:
1.- Conocer las situaciones en las que sentimos vergüenza y frente a quién, nos ayuda a poder analizar qué es lo que nos está produciendo ese sentimiento y a poder enfrentarnos a ello.
2.- Algunas personas sienten vergüenza por miedo a ser descubiertas en sus miedos. Una solución sería adelantarse y ser uno mismo el que expone directamente esos temores. Por ejemplo: Si te da miedo que alguien que te gusta te rechace. En vez de estar luchando con este sentimiento continuamente de forma “silenciosa”, ello va a hacer que te reste energía y creatividad, será mejor que digas algo como: “A pesar de que me puedas decir que no, he decidido invitarte al cine”.
3.- No dejes de actuar por la vergüenza, ten claro hacia donde te quieres dirigir y hazlo a pesar de sentir vergüenza. Tampoco niegues el sentimiento porque vas a estar luchando contra esa emoción.
4.- Tener en cuenta que cuando prevalecen las tensiones narcisistas, la vergüenza está pululando por ahí. Con lo cual si es el otro el que está sintiendo vergüenza, SIEMPRE déjale una salida airosa, donde su persona quede salvaguardada.
5.- Reflexionar sobre la cuestión de que nadie es tan indigno, ni nadie es tan genial puede ayudarnos a mantener un equilibrio entre estas dos posiciones. Esto nos ayudará a ponderar adecuadamente y a sentirnos en mejores términos para poder realizar la acción deseada.