LA ENVIDIA
“La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come” afirmó Quevedo.
El sentimiento más olvidado en psicoanálisis, hace 60 años se viene escribiendo más del tema. Una emoción difícil de admitir por lo que genera mayor número de defensas. Estas defensas inicialmente ahorran gran sufrimiento a la persona, pero pueden generar otras dificultades.
Las defensas para mantener fuera de la consciencia el sentimiento envidioso son muy fuertes y difíciles de desmontar. Los sentimientos de competividad y rivalidad (querer ganarle al otro), nos acercan a este sentimiento, pero la envidia se dispara cuando nos encontramos actitudes donde a una persona le cuesta muchísimo reconocer el éxito de otra o la valoración de otra persona, siempre va a encontrar un pero: “tocó bien el bajo, pero….” El motivo va a estar muy bien encajado en el contexto, y será muy razonable; aunque observándolo de cerca, siempre pondrá en tela de juicio el éxito del otro, para evitar el malestar que surge con esta emoción. Con esto no quiero decir que siempre que no haya un reconocimiento explícito habrá un sentimiento de envidia soterrado, sino que puede haberlo.
Otra forma de defensa puede ser la persona que genera siempre envidia en los demás, es decir que mientras sean los demás los que sientan envidia, se asegura ella de no ser la envidiosa. Aquí nos encontraremos con actitudes exhibicionistas por parte de las personas, que se aseguran de forma disimulada en exponer sus éxitos delante del otro.
Una forma enmascarada de mantener lejos el sentimiento envidioso, es idealizando a la persona que despierta envidia. Se lo ve al otro tan espectacular y con tantas capacidades que la diferencia entre el otro idealizado y uno mismo son de tal magnitud, que no cabe la comparación, sería absurdo. Este mecanismo mantiene a la persona envidiada en un pedestal. Abordar estos sentimientos son incluso difíciles para los analistas. La desvalorización sistemática de un individuo, podría ser también otra forma de intentar mantener la envidia a raya.
El envidioso no está tan interesado en conseguir algo para sí y en disfrutarlo, lo que le interesa es quitárselo a la otra persona, algo con el cual él se quiere quedar, arrancárselo con voracidad para tenerlo él. Todos estaremos familiarizados con la siguiente escena: los niños que ven un juguete tirado en el suelo que nadie le hace caso y cuando su hermanita lo coge es ahí cuando lo desea intensamente. Y qué frecuente es la reacción del adulto poco empática que verbalice: “no seas envidioso, antes de que no lo cogiese tu hermana no le habías hecho ni caso”. ¡Tremendo comentario lapidario para el que sufre envidia! Con esto no quiero decir que fomentemos la envidia, pero sí que podamos entrar en contacto con la parte suficiente del envidioso para que nuestra respuesta sea más empática. Todos de alguna manera y en algún grado hemos sentido envidia, lo que nos será relativamente fácil recordar esta emoción y su malestar.
La persona envidiosa quiere dañar a la otra persona que posee rasgos u objetos que ella desea, si una persona envidia la serenidad de alguien, intentará provocarle para que el otro pierda ese estado ideal. Si no lo puedo tener yo, lo destruyo, no puedo soportar que nadie lo tenga. Pero, esto no quiere decir que cada vez que alguien intente sacarle a uno de un estado de placidez lo realice porque muy en el fondo siente envidia. Es bien sabido, que muchas personas y niños hacen y provocan al otro, para conseguir una reacción de la otra persona. Se sienten a veces en relaciones con muy poco poder sobre la otra persona, con lo que provocarles una reacción sería una constatación de que soy importante para el otro y no desde un fondo envidioso.
Es importante diferenciar bien y analizar de dónde surgen estas conductas.
El envidioso no puede tolerar que otra persona tenga algo bueno para ofrecerle, no podrá nutrirse del otro y jamás podrá aceptar y admitir que se está aprendiendo algo del otro. No podrá agradecer a la otra persona, la gratitud es lo opuesto de la envidia, es RECONOCER que alguien te da algo bueno y sentirte agradecido por ello, aunque no haya sido justo lo que uno quería o necesitaba.
Aunque muchos autores coinciden en que la envidia tiene una base constitucional, podemos decir que si el bebé recibe los cuidados adecuados a sus propias necesidades en la medida en que necesita, el sentimiento de envidia será más leve. Es decir, que en los casos en que la persona ha estado muy carenciado, o atendido con exceso es cuando la envidia se dispara. Las madres que tienen la capacidad de disfrutar con los cuidados de su bebé, desde la alimentación hasta cantarle nanas, serán capaces de transmitir a sus hijos buenas experiencias y estos podrán interiorizar estas vivencias placenteras. La satisfacción adecuada de las necesidades del bebé, no de CUMPLIR SU DESEO, es la base de la gratitud, que deriva de la capacidad de amar.
Aunque la envidia y los celos van de la mano, podemos afirmar que la envidia es el sentimiento menos tolerable en nuestra sociedad, incluso los celos se los tolera con más facilidad, porque queramos o no, estos implican casi una consecuencia de afectividad con alguien, sufrir por sentirse excluido del disfrute del ser amado, o por temor a su pérdida puede perdonarse mejor. En nuestra sociedad es más admisible morirse de celos que de envidia, prueba de ello es que existen atenuantes legales. Los celos son más relacionales, siempre tienen que ver con una persona querida y el temor a perderla, en la envidia, a uno le duele ver que la persona tenga algo que uno quiere para sí mismo.
QUE HACER CON ESTA EMOCIÓN
1.- Si es alguien cercano y querido, entenderle ya que la persona que padece envidia, tiene mucho sufrimiento. Intentar reparar en las otras características buenas que tenga.
2.- Si es nuestro hijo, acercarnos con cariño y transmitirle que hay cosas en él que nos gustan mucho. Diferenciar entre el deseo y la conducta. Una cosa es que el niño quiera hacer desaparecer a otro, y otra cosa es que le machaque literalmente. Debe reprimir su conducta pero no sus sentimientos. Hay que ayudarle a desarrollar conductas reparatorias. Por ejemplo si le ha roto el camión de su amigo que él no podía tener, intentar que pueda conectar en cómo se hubiese sentido él si le hubiesen destrozado su juguete; y que se le ocurre que podría hacer para que su amigo no se sienta tan mal. Involucrarle activamente en la búsqueda de otro camión.
3.- Cuando es un amigo/a es difícil, a veces casi imperceptible, pero siempre sale en un comentario muy crítico o en la dificultad de reconocimiento. Muchas veces lo que es tan anhelado está muy idealizado. Aquí ayudará a que seamos capaces de mostrar que no todo lo que reluce es oro.
4.- Cuando es la pareja, las cosas pueden ser más difíciles. Estás conviviendo con alguien que te quiere destruir en un rasgo o alguna adquisición. Es posible que encarar el tema de forma cariñosa, no como crítica sino haciendo alusión a algún momento que nosotros la hayamos sentido pueda ayudar, siempre y cuando no se aborde el tema directamente, y no se lo utilice como arma arrojadiza.
5.- El sentimiento de gratitud y el amor son las mejores opciones para los sentimientos envidiosos. La persona que tenga una fuerte capacidad para amar puede resistir estados puntuales de envidia y odio. Cuando los estados envidiosos son pasajeros y vuelven mayoritariamente los sentimientos de bienestar, la integración de ambos genera un YO fuerte y estable.